Marruecos on the rocks.
De Ifrán, surfeando en el Atlas Medio, hasta Midelt.
Escrito por Javier (Navegante), fechado el 9 de octubre de 2017.
Amanece una mañana fresca en las alturas de Ifran, limpia y nitida la mañana va dando paso a un día luminoso, se nota que estamos a mucha altura. Los riders van apareciendo, entre ellos Javier, con las bolsas y su cojera. No me reconforta mucho verle así, pero no parece darle mucha importancia a su estado físico, al menos aparentemente. Cuando está mas cerca se vuelve y habla con otro amigo de los muchos que deambulan por el parque cerrado, Javier se me acerca al fin y me dice en voz queda:
- Blanquita, es Paco, es como un padre para todos nosotros, tiene 76 años y viaja a lomos de su adventur flanqueado por su hijo, como envidio su ilusión, su capacidad y gallardía, me alegro de haberle conocido, otro ejemplo de que la juventud y la edad no van siempre de la mano. Es un ejemplo para todos, que envidia poder llegar a ser como él, si es que llego a tener sus años.
Mientras me dice estas palabras ha ido cargando las maletas con las bolsas y se dirige a hablar con Toni, después de algunos minutos, aparece y coge otro de sus cachivaches, para volver a reunirse con él. Habla con Daniel y Laura, los "mecánicos" de Javier, me imagino que estarán hablando de su pié, espero que le dejen continuar, hoy vuelvo a tener ganas de ruta, y creo que Javier también. Poco a poco todos los grupos de riders van abandonando la rotonda que hemos hecho nuestra, los incansables amigos del STAFF comienzan a desmontar el "tinglao" como dice Javier, solo quedamos dos motos, la adventur de Fede, como llama Javier a su amigo Federico el Mejicano afincado en Barcelona. Aparece Federico al fin y marcha... quedamos solos Javier y yo.
Javier esta liado con sus cachivaches, de pronto guarda concienzudamente todo en las bolsas, coloca éstas dentro de las maletas y inserta en navegador en el soporte, mientras me explica:
- Hoy la primera parte de la ruta la hacemos por carretera, no estoy en condiciones de volver a las pistas de ayer, así que vamos en nuestra propia compañía, tu y yo solos. A mitad del camino nos unimos con el resto de los amigos y terminamos juntos en el hotel. Podemos ir a nuestro ritmo, tranquilos, viendo de forma serena el pasar de los kilómetros y disfrutando de la compañía del aire, el viento o el calor, quien sabe lo que nos deparará la carretera. He indicado a la organización la ruta para que estén tranquilos y Toni ya sabe el camino.
Partimos lentamente, como saboreando este momento de intimidad, vamos surcando las calles próximas a los apartamentos donde han estado alojados los "riders" y volcamos a una avenida ancha, que da paso a una carretera de buen asfalto, atravesamos casas y bosques, cualquiera diría que esto es Canadá, me dice Javier, entre ensoñador y asombrado.
Paramos en el camino a hacer unas fotos a una edificación al borde de la carretera, en su entrada dos enormes teteras y un sinfín de arabescos y patrones árabes, embellecen las paredes de todo el edificio. El nombre de las ciudades o poblaciones se pierde en el intrincado dibujo de las señales indicadoras, casi indescifrable, solo cuando te fijas están en francés, que ni Javier ni yo controlamos. Estamos en tierras Bereberes.
Vamos pasando pueblos y aldeas, cruzamos valles y montes, en un mar de bosque, encinas, cedros y arbustos de media altura, relajan nuestras miradas hacia el horizonte. En una de las ciudades paramos, Javier entra en un bar, y entre los cristales veo como se toma un té, lentamente, como si quisiera sacar el sabor de Marruecos, toma, sorbo a sorbo el brebaje de color verde ocre con hiervas en su interior. Los chiquillos me rodean y tocan las maletas mientras sus ojos escudriñan mi silueta. Las gentes deambulan por las calles, como en todas las aldeas u ciudades.
Javier sale del bar y calza la chaqueta y sus guantes, se coloca el caso y continuamos el paseo, un poco más adelante volvemos a parar en la calle principal, Javier coge sus documentos y se dirige a un establecimiento con un guarda en la puerta. Entra y los oscuros cristales no me dejan ver más bien adivinar, extrañas formas en su interior. Pasan unos minutos y vuelve a salir, mientras observo como me dirige una inquisitiva mirada.
- Que sucia estás, en fin seguiremos camino. Acabo de cambiar euros a dirham, así que ya terminaremos el viaje de Marruecos con lo que tengo de efectivo. Continuamos nuestro paseo, que me encuentro mejor que esta mañana, el té me ha sentado muy bien. Doy un buche de agua y "avanti a tuta".
Me sonrío ligeramente, mientras retomamos el camino, salimos pausadamente de la ciudad y entramos en un sinfín de curvas y montañas del Atlas Medio, el paisaje pasa de valles a montañas y viceversa, vamos en las alturas y curva a curva, entre monte y tierras de labor, con manzanos, palmeras y granados, algún que otro cítrico también.
Llegamos a una zona bordeada de perros, los Perros del Atlas, raza endémica de la zona norte de África, donde han encontrado un refugio en estas montañas, me sorprende que estén tranquilamente en los bordes de la carretera, en medio de un espectacular macizo de montañas quebradas y monte mediterráneo, con encinas, retamas, acebuches, enebros, hérgenes y lentiscos.
- Mira Blanquita, ya se porqué los perros están aquí tan tranquilos, fíjate como el autocar que va delante hecha pan a los perros de ambos lados de la carretera. Estos animales que antaño pastoreaban con los Bereberes y servían para dar seguridad ante las serpiente, culebras y chacales, se han convertido en estampas de un zoo al aire libre. Son recios y de tamaño medio a grande, parecen robustos y sus variopintos colores destacan sobre el ocre y el verde que los rodea.
Efectivamente, pude comprobar, antes de que Javier adelantase al mencionado autocar, como desde éste, posiblemente el guía, enviaba misivas alimenticias a los amigos de los hombres, como se menciona en muchos sitios.
Rodamos a buen ritmo, pero en la salida de una curva, nos detenemos y paramos al lado de dos motos del grupo que tanto deseábamos encontrar. Son Paco y su hijo Diego, que también vienen juntos en el viaje, Javier se une a ellos y contrasta la veteranía de Paco, con la juventud de Diego, charlan durante un rato y luego ellos parten mientras nosotros quedamos un rato más, pasan mas amigos en moto y poco a poco se consume el té del vaso de Javier.
Emprendemos el viaje ya sin mas novedades, solo una parada para comer y descansar un poco y por fin llegamos al destino en el hotel cercano a Midelt.
Bueno si que hay que mencionar algo, casi de noche hicimos una excursión por caminos, creo que era mas bien un pequeño curso de conducción "offroad", que tan bien le vino a Javier, después de dar unas vueltas en una explanada cercana, dentro del recinto del hotel, salimos a la carretera para buscar unos caminos por los que poder poner a prueba lo que habíamos aprendido. Aunque fue breve y corto pero me lo pasé realmente bien y note a Javier mas confiado.